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Crece la inseguridad alimentaria en América Latina y el Caribe

Una dieta saludable en esta región tiene el costo más alto a nivel mundial
Detalle de la portada del informe

Más hambre, inseguridad alimentaria, sobrepeso y obesidad en la región

Después de que América Latina y el Caribe fuera durante años la región con mayores avances en la lucha contra el hambre, diferentes indicadores relacionados con el estado nutricional han empeorado en esta región en los últimos años, en un contexto complejo de inflación alimentaria alta y en aumento, incremento de la pobreza, altos niveles de desigualdad de ingresos y niveles crecientes de hambre, inseguridad alimentaria y obesidad.

Según el recién publicado informe “Panorama Regional de la Seguridad Alimentaria y Nutricional en América Latina y el Caribe 2022”, sin haber incorporado todavía los posibles impactos de la guerra en Ucrania, las estadísticas muestran que la prevalencia del hambre en la región aumentó hasta un 8,6% en 2021; esto supone que 56,5 millones de personas en la región se vieron afectadas por el hambre. La cifra creció en 13,2 millones desde el estallido de la pandemia de la COVID-19 en 2019.

La prevalencia de la inseguridad alimentaria moderada o grave es del 40,6% de la población de la región. El número de personas que experimentan inseguridad alimentaria moderada o grave en América Latina y el Caribe aumentó de 205,2 millones en 2019 a 267,7 millones en 2021 (de los cuales, 93,5 millones en situación de inseguridad alimentaria grave). Además, la disparidad entre hombres y mujeres en esta situación de inseguridad alimentaria es la más alta del mundo, con una diferencia de más de 11 puntos porcentuales.
El sobrepeso y la obesidad son especialmente preocupantes en América Latina y el Caribe. La prevalencia del sobrepeso en niños y niñas menores de cinco años y de la obesidad en adultos está muy por encima de los promedios mundiales y afecta a personas de todos los niveles de ingresos, tanto en zonas rurales como urbanas.

La dieta saludable más cara del planeta

La calidad de la dieta es fundamental para la seguridad alimentaria y la buena nutrición. Una dieta saludable protege contra la malnutrición en todas sus formas, así como contra las enfermedades no transmisibles (ENT) como la diabetes, las cardiopatías, los accidentes cerebrovasculares y el cáncer.

Según la OMS y la FAO, una dieta saludable garantiza que se cubran las necesidades específicas de macronutrientes (proteínas, grasas e hidratos de carbono, incluida la fibra alimentaria) y micronutrientes esenciales (vitaminas y minerales) de una persona, en función de su sexo, edad, nivel de actividad física y estado fisiológico, tomando en cuenta su contexto cultural y sus costumbres alimentarias, así como con los alimentos disponibles localmente. Consiste en una cantidad adecuada de calorías, así como de nutrientes y micronutrientes esenciales provenientes de una amplia variedad de alimentos de diferentes grupos, especialmente alimentos no procesados o mínimamente procesados, equilibrada entre todos los grupos de alimentos. En términos de nutrientes, una dieta se considera saludable cuando el aporte de grasas totales no supera el 30% de las calorías consumidas, el de grasas saturadas no supera el 10% y el aporte de sodio es menor a 2 gramos diarios (equivalentes a 5 gramos de sal). Asimismo, para que una dieta sea saludable se sugiere incorporar incorpora 400 gramos de frutas y verduras, reducir la ingesta de alimentos y bebidas altamente procesadas, grasas trans y azúcares añadidos, mientras que se favorece el consumo de grasas insaturadas y fibra dietética.

El aumento de precios internacionales de alimentos ha incrementado los costos y la inasequibilidad de una dieta saludable. El costo de una dieta saludable es un indicador calculado por la FAO, que identifica la dieta saludable de menor costo disponible en cada momento y lugar, que cumpla con las recomendaciones de las guías alimentarias basadas en alimentos.

El costo promedio de una dieta saludable a nivel mundial en 2020 fue de 3,54 USD por persona al día. La región de América Latina y el Caribe presentó el costo más alto, con 3,89 USD por persona al día. Esto supone que 131 millones de personas no podían permitirse en 2020 una dieta saludable en la región. La inasequibilidad de dietas saludables afecta gravemente a la nutrición y la salud de las poblaciones más vulnerables, incluidos los niños, las niñas y las mujeres.

Dentro de la región existen diferencias entre subregiones y países; y dentro de éstos, entre los grupos de población de menores y mayores ingresos. A nivel regional, las tasas de inflación del IPC de los alimentos son superiores a las tasas de inflación del IPC general.  Las altas tasas de inflación reducen el poder adquisitivo de los hogares, poniendo en riesgo su seguridad alimentaria y limitando su acceso a alimentos nutritivos. Esto afecta especialmente en los quintiles de ingresos más bajos, donde una parte considerable del presupuesto se destina a la compra de alimentos.

Así, por ejemplo, la diferencia en el gasto alimentario entre los quintiles de ingresos más bajos y más altos es de 14 puntos porcentuales en Chile y Brasil, más de 18 puntos en la República Dominicana y México, 22 puntos en Costa Rica, 25 puntos en Bolivia y 28 puntos en Ecuador.

Necesidad de políticas para hacer las dietas saludables más asequibles

Transformar los sistemas agroalimentarios es esencial para reducir el costo y mejorar la asequibilidad de las dietas saludables. Las políticas alimentarias y agrícolas formuladas con ese objetivo son esenciales para lograr que las dietas saludables sean asequibles para toda la población. Es importante utilizar un enfoque de sistemas agroalimentario.

El informe presenta un análisis de algunas políticas alimentarias y agrícolas -orientadas a los productores, al comercio y mercado y a los consumidores- que se están implementando en la región y que tienen el potencial de apoyar el acceso a dietas saludables:

  • Políticas orientadas a aumentar la producción y productividad de alimentos más diversos para lograr que los alimentos nutritivos sean más accesibles a los consumidores.
  • Políticas que apoyan la producción de alimentos de los agricultores familiares y a pequeña escala y que vinculan su producción a programas alimentarios o mercados locales a través de cadenas de suministro de alimentos más cortas.
  • Políticas orientadas a favorecer una mayor transparencia de la oferta de alimentos y sus precios en los mercados.
  • Políticas que facilitan la selección de alimentos nutritivos por los consumidores (por ejemplo, a través del etiquetado nutricional frontal)
  • Políticas de protección social sensibles a la nutrición o diseñadas teniendo en cuenta la nutrición, como las transferencias de alimentos en especie, los programas de alimentación escolar, los vales de comida o las transferencias de efectivo con educación alimentaria y nutricional, pueden mejorar el acceso a alimentos nutritivos.
  • Políticas fiscales diseñadas para disminuir el precio relativo de los alimentos nutritivos en relación a aquellos de alta densidad energética y mínimo valor nutritivo.